No
soy un experto en economía. Ni siquiera he seguido demasiado de
cerca el tema griego, pero como a todo el mundo me interesa lo que
pueda pasar y tengo cierta opinión formada aunque, como digo, sea
desde cierto alejamiento informativo y desde la ignorancia económica.
Lo
de la ignorancia económica me preocupa relativamente poco y me
parece que carece de importancia ya que, después de todo, los
expertos en economía son los más ignorantes en ese campo como
llevan años demostrando no acertando ni una con sus previsiones y
recetas y actuando únicamente sin errar demasiado cuando lo hacen
como forenses, explicando (o intentándolo, que a veces ni eso) las
causas de la muerte después del fallecimiento.
El
caso es que hoy es el día del famoso referéndum griego, ese que va a
a hacer tambalearse a Europa, a desestabilizar el mundo y, si nos
descuidamos, a desviar las órbitas de los planetas. Ese en el que
los griegos van a decirle a Europa y al mundo si van a seguir bajando
las orejitas (y los pantalones) ante la Unión Europea (o como se
llame a día de hoy esta cosa que parecía muy bonita cuando empezó
y cada vez se ve más siniestra) o, por el contrario, deciden dar un
zapatazo en la mesa hartos ya de humillaciones. No seré yo el que
entre a valorar si los griegos son culpables o no del comienzo de sus
desgracias (que seguramente sí en parte), si han despilfarrado o no
el dinero que el resto de Europa les iba "dando", como
tantas veces ha hecho España, o si son el demonio con cuernos y rabo
en punta de flecha, pero tengo claro que por el camino por el que les
quiere llevar la "troika" (que no Europa, que somos todos)
no van a ningún lado, por lo menos a ningún lado bueno. Como decía, los economistas y los gobiernos que parten la pana llevan ya unos
cuantos años confundiéndose estrepitosamente con sus recetas de
austeridad y lo peor es que bajo ningún concepto están dispuestos a
reconocerlo y rectificar.
El
caso es que todos los medios están volcados en
el dichoso referéndum y leo en un subtítulo de un periódico digital
que "la mayoría de quienes defienden el 'no' son europeístas". Y
lo pone como si fuera una cosa rara e inexplicable. A mi me parece de
lo más normal. Una cosa es ser europeísta y otra muy distinta ser
gilipollas, pero parece que algunos periodistas lo confunden, como
confunden casi todo. Yo también soy europeísta convencido y por eso
mismo creo que la solución está más en ayudar a otros europeos que
las están pasando putas que en asfixiarles hasta que revienten. Que
dicho sea de paso, si llegan a reventar nos van a reventar al resto
de europeos en la cara. Quienes no son europeístas son Merkel, el
FMI, el Banco Central Europeo y todos sus colegas, entre los que se
encuentra Marianito, el Espabilao, que el otro día dijo eso de "una cosa es ser solidario y otra es ser solidario a cambio de nada".
¡Olé, mi niño! ¡Con dos cojones! La frase (en el minuto 6:55 aproximadamente) es para apuntarla. Pues
ahí, precisamente está el quid de la cuestión, en que la
solidaridad, como el amor (¡Oh, qué bonito!), consiste en dar sin
esperar nada a cambio y ser europeísta consiste en anteponer los
intereses de Europa, y por tanto de los europeos, a los del país de
uno. Pero parece que en Europa los que mandan son los menos
europeístas.
Así
nos luce el pelo. Y así nos va a lucir.
El
Vehemente.
Etiquetas: Banco Central Europeo, Europa, europeísta, FMI, Grecia, Merkel, rajoy, referéndum, Tsipas, Unión Europea, Varoufakis